miércoles, 25 de junio de 2014

26 de junio

Antes de morir en febrero de 1580, el entonces gobernador de Chile, don Rodrigo de Quiroga, ilustrísimo compañero de don Pedro de Valdivia y uno de los últimos sobrevivientes de su expedición, había designado como su sucesor, con permiso del rey don Felipe II, a su yerno don Martín Ruiz de Gamboa. Este, que en la práctica había ejercido el cargo durante la enfermedad final de Quiroga, se encontraba a la sazón en un fuerte construido por él mismo el año anterior en la ribera norte del río Itata, buscando una respuesta al levantamiento de los indígenas huilliches de la zona. Por ello, nos cuenta Encina, se vio imposibilitado de viajar a Santiago a asumir personalmente el puesto, designando a dos apoderados para que hicieran en su nombre los juramentos necesarios ante los cabildos. El nombramiento hecho por Quiroga fue ratificado por el virrey en abril de 1581.

Apenas pudo regresar a Santiago, en marzo de 1580, Ruiz de Gamboa buscó aplicar las disposiciones del rey don Felipe sobre el trabajo indígena y promulgó lo que la historiografía chilena ha bautizado la Tasa de Gamboa: por ella, quedaba suprimida la obligación laboral de los indígenas y se precisaba el tributo que estos debían pagar en las distintas diócesis que conformaban el reino. Desafortunadamente, sus medidas encontraron la resistencia de los encomenderos, quienes, razonablemente, exigían alguna clase de potestad para conseguir de los indios el esfuerzo que permitiría prosperar a la naciente sociedad chilena. La nueva determinación cayó rápidamente en desuso por los ruinosos efectos que tuvo, y la Tasa de Gamboa, así, ha pasado a la historia chilena como poco más que una anécdota que refleja las mejores intenciones de sus primeros gobernantes, con poco resultado efectivo. Su predecesora, la llamada Tasa de Santillán, fue considerada más acorde con las necesidades de la sociedad chilena y con la idiosincrasia de los indígenas de la zona.

Cuando retornó Ruiz de Gamboa al fuerte en el que había recibido la noticia de la muerte de su suegro y protector, decidió fundar en ese lugar, el día 26 de junio de 1580, la ciudad de San Bartolomé de Gamboa de Chillán, hoy Chillán Viejo. Aunque posterior, por tanto, a las fundaciones de Valdivia al sur del Bío-Bío, esta noble ciudad tuvo la ventaja de quedar a salvo del ímpetu destructivo del levantamiento mapuche que siguió al Desastre de Curalaba (23 de diciembre de 1598). Tuvo, sin embargo, que ser reconstruida en 1655, 1751 y 1835, tras diversos contratiempos. Ha permanecido una de las villas centrales de nuestra nación a lo largo del tiempo, víctima del más letal terremoto de nuestra historia en 1939 y cuna de tan importantes personalidades como don Bernardo O’Higgins, el sargento Juan de Dios Aldea, de famosa participación en el Combate Naval de Iquique, el comodoro Arturo Merino Benítez, primer Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea y pionero de la aviación en Chile, y el pianista Claudio Arrau, reconocido mundialmente por sus interpretaciones de Beethoven.