Don Andrés Bello, uno de los principales polemistas respecto de la censura |
Para quienes nacimos en la era de la revolución informática,
resulta difícil, muchas veces, entender la importancia que tenían los
periódicos en la presentación y discusión de las ideas en otros tiempos. Nos
hemos acostumbrado a diarios que reproducen banalmente las informaciones de las
grandes agencias de noticias –Reuters y Associated Press, por lo general– sin
apenas elaboración ni comentario, y no esperamos encontrar reflexión en ellos
si no es en las cartas al director, en las columnas o en los editoriales, y eso
con suerte. Mas, antes de Internet, la manera más efectiva de difundir ideas
era la fundación de un periódico, y los principales debates de la época pueden
ser recogidos mediante el estudio de la prensa escrita.
Por ello, las limitaciones impuestas al contenido publicable
por parte de la autoridad –en otras palabras, la censura– constituían una
preocupación central tanto del gobierno como de los periodistas. Para el
gobierno, era una manera de no solo esconder noticias desfavorables, sino
también impedir la difusión de doctrinas ácratas que podían colaborar en la
desestabilización del país; para los periodistas, por su parte, significaba una
obligación adicional de no ofender al poder cuando intentaban mostrar sus
abusos, so riesgo de ver clausurada su publicación. La cuestión, por supuesto,
no se limitaba a la realidad chilena, siendo lo suficientemente compleja como
para ameritar una reflexión del papa Gregorio XVI en Mirari vos: “Debemos
también tratar en este lugar de la libertad de imprenta, nunca suficientemente
condenada, si por tal se entiende el derecho de dar a la luz pública toda clase
de escritos; libertad, por muchos deseada y promovida. Nos horrorizamos,
Venerables Hermanos, al considerar qué monstruos de doctrina, o mejor dicho,
qué sinnúmero de errores nos rodea, diseminándose por todas partes, en
innumerables libros, folletos y artículos que, si son insignificantes por su
extensión, no lo son ciertamente por la malicia que encierran; y de todos ellos
sale la maldición que vemos con honda pena esparcirse sobre la tierra”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario